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que su reconfiguración exige asumir la tarea práctica de resignificar los
distintos espacios, entre ellos el espacio público y privado, a través de los
cuales, tanto hombres como mujeres, acceden al goce, disfrute y ejercicio de
los derechos civiles, políticos y sociales.
Por lo anterior, la ciudadanización de las mujeres debe reconfigurarse
desde la multidimensionalidad de la vida femenina, es decir, que las exigencias
de la lucha feminista no sólo deben centrarse en la identidad femenina de las
mujeres, sino también en sus diversas identidades como madres, trabajadoras,
profesionistas, estudiantes, afrodescendientes, indígenas, etcétera. Desde
esta perspectiva, la ciudadanización de las mujeres no es un proyecto político
que se reduzca a una cuestión de derechos, pues la lucha feminista ha
mostrado también que la ciudadanía es una cuestión de participación política
(Lister, 2012), donde diversas demandas y exigencias pueden articularse en
una acción política constitutiva y liberadora, integrada por diversas
identidades y subjetividades, experiencias y sufrimientos, sueños y
esperanzas. Como afirma Lister (2012):
[…] sólo cuando la participación política activa se valore como una de las
expresiones de la ciudadanía, en contraste con la construcción “estéril a
nivel político” del/la ciudadano/a [sólo] como poseedor/a de derechos”,
las feministas “podrán reivindicar una auténtica política liberadora que
sea propia” (83).
Desde esta perspectiva, debemos avanzar hacia una comprensión de la
ciudadanía más allá del modelo de derechos, pues las distintas estructuras
sociales que perpetúan la opresión y dominación entre hombres y mujeres
continúan coexistiendo con el pleno reconocimiento formal de los derechos,