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En  consecuencia,  la  distinción  público/privado  ha  normalizado  la

                  sistemática  exclusión  de  las  mujeres  en  la  política  y  la  participación


                  democrática (Mouffe, 1999), ya que al relegar a las mujeres al ámbito de lo

                  privado, generalmente identificado también con el espacio doméstico, su voz

                  y exigencias parecen silenciarse en un profundo vacío en el que generalmente

                  son los hombres quienes ocupan el espacio público y cuyas decisiones son las

                  que definen el curso de acción de la política. Por ello es importante enfatizar,


                  como  señala  Phillips  (1996),  que  la  lucha  feminista  implica  reconfigurar  la

                  distinción  público/privado,  de  tal  manera  que  la  impronta  “lo  personal  es

                  político” haga manifiesto que llevar las “cuestiones privadas” al ámbito de lo

                  público, al espacio por antonomasia de la política, implica resignificar la idea

                  de participación política y, al mismo tiempo, constituye una lucha, una disputa,


                  por la reconfiguración de la política misma.

                         Por lo anterior, podemos decir que la disputa por la política no sólo es

                  una cuestión de salir a protestar, manifestarse y hacer escuchar la propia voz,

                  significa también reconfigurar y resignificar los roles de género en el ámbito

                  privado, en la esfera doméstica, porque la política inicia en la ubicuidad del


                  poder; de ahí la importancia de democratizar los espacios en los que están

                  constituidas  las  personas  a  partir  del  género  y  desde  de  los  cuales se  han

                  trazado los “legítimos” actores de la actividad política a partir de la dominación

                  y opresión de un poder asimétrico. Como afirma Phillips (1996):

                         Parte de lo que el feminismo tiene que aportar a los debates sobre la

                         democracia  es  la  importancia  de  transformar  la  esfera  familiar,
                         doméstica, “privada”; sentar las bases para una sociedad democrática,
                         democratizando las relaciones sexuales en la casa […] la democracia es
                         tan importante en el hogar como en cualquier otra parte, porque en el
                         hogar hay un poder desigual. (103).
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