Page 35 - R3
P. 35
En consecuencia, la distinción público/privado ha normalizado la
sistemática exclusión de las mujeres en la política y la participación
democrática (Mouffe, 1999), ya que al relegar a las mujeres al ámbito de lo
privado, generalmente identificado también con el espacio doméstico, su voz
y exigencias parecen silenciarse en un profundo vacío en el que generalmente
son los hombres quienes ocupan el espacio público y cuyas decisiones son las
que definen el curso de acción de la política. Por ello es importante enfatizar,
como señala Phillips (1996), que la lucha feminista implica reconfigurar la
distinción público/privado, de tal manera que la impronta “lo personal es
político” haga manifiesto que llevar las “cuestiones privadas” al ámbito de lo
público, al espacio por antonomasia de la política, implica resignificar la idea
de participación política y, al mismo tiempo, constituye una lucha, una disputa,
por la reconfiguración de la política misma.
Por lo anterior, podemos decir que la disputa por la política no sólo es
una cuestión de salir a protestar, manifestarse y hacer escuchar la propia voz,
significa también reconfigurar y resignificar los roles de género en el ámbito
privado, en la esfera doméstica, porque la política inicia en la ubicuidad del
poder; de ahí la importancia de democratizar los espacios en los que están
constituidas las personas a partir del género y desde de los cuales se han
trazado los “legítimos” actores de la actividad política a partir de la dominación
y opresión de un poder asimétrico. Como afirma Phillips (1996):
Parte de lo que el feminismo tiene que aportar a los debates sobre la
democracia es la importancia de transformar la esfera familiar,
doméstica, “privada”; sentar las bases para una sociedad democrática,
democratizando las relaciones sexuales en la casa […] la democracia es
tan importante en el hogar como en cualquier otra parte, porque en el
hogar hay un poder desigual. (103).