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reflexión sobre el origen del dolor y los males del mundo. Asimismo, la filología
clásica se convirtió en un espacio propiciatorio del encuentro entre filosofía y
literatura. Fue Donald M. MacKinnon quien la introdujo al planteamiento y al
desarrollo de preguntas filosóficas, particularmente aquellas que giran en
torno al problema del bien, un tema que la acompañaría como una sombra
benigna y refrescante por el resto de sus días.
Recibió altos reconocimientos por sus
estudios. Mantuvo un interés fidedigno por el
desarraigo, tanto el honor como la inquietud por los
límites de la pertenencia, son elementos que guiaron
sus días profesionales. En 1942, Murdoch se graduó Summa Cum Laude.
Empezó a trabajar como funcionaria en el Departamento del Tesoro y luego
fue reclutada y sirvió en una Institución de las Naciones Unidas (UNRA), donde
auxiliaba a personas desplazadas y refugiadas por la guerra, lo que, a su vez, la
trasladó a Austria y a Bélgica. Es así como el desarraigo se convierte en fruto
de una experiencia que parece haberla conducido a internarse en el
existencialismo, una corriente que sumaba adeptos hacia la segunda mitad del
siglo XX. Son años de mucha agitación en Europa. En 1945 conoce a Jean-Paul
Sartre en Bruselas y en 1953 le dedicaría su primer libro “Sartre. Romantic
Rationalist”. Durante la postguerra, Murdoch retomó su carrera académica,
realizó un posgrado y entró en proximidad al círculo de Ludwig Wittgenstein.
En 1947, el filósofo austriaco se retiraría de la docencia, no obstante, Murdoch
participaría igualmente del Zeitgeist del autor de las “Investigaciones
filosóficas” y los