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La distinción público/privado
En años recientes hemos atestiguado un importante despertar de la conciencia
feminista en el escenario social y político de nuestro país y, con celebridad,
hemos visto también como las exigencias feministas se hacen escuchar cada
vez más en diversos espacios por distintas portavoces, muchas de ellas
jóvenes, que hacen de la lucha feminista una de las principales experiencias
políticas de nuestro tiempo.
No obstante, al mismo tiempo hemos visto también cómo distintos
grupos y sectores de la población mexicana han pronunciado explícitamente
su rechazo, intolerancia y misoginia ante las exigencias de igualdad,
autonomía, libertad, seguridad y justicia de cientos de mujeres. Este panorama
ha fomentado la creencia generalizada (por
supuesto, errónea) de que, en la
actualidad, la lucha feminista es entre
mujeres y hombres, pero la cuestión
resulta ser más profunda y compleja de lo
que parece, pues la lucha feminista es más bien contra las estructuras
socioculturales que normalizan y fomentan distintos patrones de
comportamiento individual y social a partir del género y que,
sistemáticamente, han posicionado en un orden jerarquizado y asimétrico de
poder tanto a hombres como a mujeres.
De esta manera, la distinción público/privado representa un elemento
estructural a partir del cual se han determinado ciertas normas y patrones de
comportamiento definidos a partir del género, el cual no es otra cosa más que
una construcción social, simbólica e históricamente determinada que define