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filosófica y regar el desierto después de la tormenta? ¿Será que tendremos
que, como es habitual, volver al origen de las primeras disquisiciones sobre el
alma y el espíritu? ¿Será que habrá que preocuparnos por el inasible presente
de la vida cotidiana más bien y, entonces, profundizar en el misterio de la
existencia? Iris Murdoch, toma una decisión, a ella le gustaría saber:
Lo que en cuanto agentes morales, tenemos que hacer por causa
de la lógica, lo que tenemos que hacer por causa de la naturaleza
humana, y lo que podemos escoger hacer. Un programa así es
difícil de establecer y quizás imposible de llevar a cabo. Pero,
incluso descubrir aquello que, bajo estos encabezamientos,
podemos conseguir sin duda requiere un sistema mucho más
complejo y sutil que cualquiera del que podamos disponer de
inmediato. (Murdoch, 2019: 75-76)
Varios de sus ensayos filosóficos conviven con pensadores de tradiciones
diversas con quienes pueden derivarse afinidades electivas como Platón,
Kant, Hegel, Schopenhauer o Martín Heidegger, dialoga críticamente tanto con
Wittgenstein, Buber o Derrida como con el Meister Eckhart, Simone Weil o
Hannah Arendt, entre sus destinatarios más recurrentes. Por ejemplo, entre
la desconfianza hacia el lenguaje filosófico que Ludwig Wittgenstein
propugnaba como enfant terrible de la filosofía analítica y el
desmantelamiento de la filosofía occidental que Heidegger emprendía,
Murdoch se movía en una balsa en medio de un mar muy encrespado y acudió
al existencialismo francés como horizonte y como perspectiva reparadora
frente a la debacle.
Hay que decir que, además de escritora invencible, Murdoch fue una
lectora incansable. Su filosofía parte de una disposición radical a cambiar la
mirada de la persona que actúa desde su interior, un sujeto consciente de las