Page 60 - R01
P. 60
y posturas social y culturalmente aceptadas, de roles de género, de estereotipos y de
historia, presentes en todo momento en la forma de relacionarse unas con otras (Álvarez,
A. D. M., 2005), (Braidotti, R.,2015).
Un ejemplo significativo se presenta dentro del ámbito laboral donde a algunas mujeres
les es más fácil hablar de sus conflictos personales, de cómo les ha ido en la casa con
los hijos, con el esposo, etcétera; sin embargo, pocas
veces hablan de retos laborales, de los nuevos
proyectos, de los cambios en algún proceso, entre
otros, esto se debe a que simplemente no están
acostumbradas a hacerlo, o bien por miedo a ser
minimizadas y a no encajar en la situación previamente establecida (Lamas, M., 2015).
Algunas mujeres están cambiando esta situación, enfocándose en el trabajo,
cuestionando y sorprendiendo a propios y a extraños, ya que están orientadas
únicamente en cuestiones laborales dentro de sus centros de trabajo. Sin embargo, no
solo los hombres suelen percibir esto como una actitud poco apropiada o fuera de lugar,
sino algunas mujeres también ven con “malos ojos” este tipo de conductas, tal vez porque
históricamente esto “se ve mal” o simplemente porque no están acostumbradas a hacerlo,
ya que tales conductas no son asociadas a los cánones establecidos dentro de lo
“femenino”, promoviendo así cambios en el orden socialmente instaurado (Bonino, L.,
2003), (Facio, A., et al, 2005).
Cuando se comienza a romper este “orden” social y laboralmente aceptado, muchas
mujeres sienten miedo de ser las primeras en lograr algo más, saben que no solo van a
tener que superar inconvenientes y posibles trabas por parte del género opuesto, sino de
personas de su mismo género, y es entonces cuando muchas prefieren (1) no ser parte
de los cambios o bien (2) asumirse en un segundo plano, todo con tal de no confrontar
más al sistema y sus costumbres (Díez Gutiérrez, E. J., 2015), (Osborne, R., 2009),
(Expósito, F., y Moya, M., 2011), dicho de otra manera: “llevar la fiesta en paz”.
Lo anterior se debe posiblemente al hecho de que la generación de conflictos nos expone
como seres vulnerables, llenos de debilidades e inseguridades (características -por
cierto- propias de lo “femenino”) (Facio, A., et al., 2005), y de nuevo el llevar toda esa
carga encima solas -como mujeres- es a veces abrumador y determinante para no
58