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objetos. ¿Cómo podría existir amor entre dos objetos? Y más aún ¿Cómo ese amor
podría ser libre?
Las palabras de Marcuse y sus consecuencias tienen un impacto
fuerte en nuestras creencias sobre el amor. Sin embargo, nos
llevan a reflexionar sobre cómo la tecnología ha cambiado
nuestra forma de relacionarse con los demás. Lo más grave,
siguiendo al filósofo alemán, es que los sujetos se identifican con
las mercancías: somos lo que mostramos, sin importar si es
verdadero o falso. Este acto que, pareciera ser libre, está determinado por las reglas del
mercado y de la moda. Si en el mercado se valora la imagen del hombre atractivo, exitoso,
fuerte, varonil y con cuerpo perfecto, el sujeto tiene que mostrarse con esos atributos;
incluso exagerando o negando sus verdaderas cualidades. Con las mujeres el proceso
el mismo: deber ser delgadas, con buen cuerpo, “liberadas sexualmente”, seguras de sí
mismas, empoderadas…
El amor digitalizado nos convierte en objetos (Tello, 2018). Sin embargo, esto no se
restringe sólo al ámbito digital de redes sociales y aplicaciones. Por medio de una
transposición, asumimos las características del producto en la vida real, como si esta
fuera una gran red social, como si fuera un gran mercado donde todo está a la venta y
nosotros tenemos que vendernos. La libertad es así una estrategia de mercado donde
los sujetos creen que son libres únicamente para mantener la dinámica del sistema. Se
requiere su creatividad, su innovación, siempre y cuando éstas no contradigan al sistema,
sino que lo mantengan en movimiento, sano (Lemke, 1994).
¿Qué consecuencias tiene para la identidad y para el éthos de un sujeto relacionarse
amorosamente con los demás sólo como mercancía? Simone de Beauvoir, aunque no
vivió en estos tiempos digitalizados, reflexiona sobre la cosificación del otro y sus
consecuencias en las relaciones humanas.
“La Historia nos muestra que los hombres siempre han ejercido todos los poderes concretos;
desde los primeros tiempos del patriarcado, han juzgado útil mantener a la mujer en un estado
de dependencia; sus códigos se han establecido contra ella; y de ese modo la mujer se ha
constituido concretamente como lo Otro. Esta condición servía los intereses económicos de los
varones; pero también convenía a sus pretensiones ontológicas y morales. Desde que el sujeto
busca afirmarse, lo Otro que le limita y le niega le es, no obstante, necesario, pues no se alcanza
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