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primera manifestación de libertad femenina ante el dominio machista, tras su creación,

               Lilith pronto entra en conflicto con Adán.
               Ambos  discuten  con  frecuencia,  pues  su

               mujer  se  consideraba  igual  a  él,  por
               proceder  del  mismo  barro.  La  situación

               llega a su punto culminante cuando Adán
               pretende consumar el acto sexual encima

               de Lilith, en la posición del misionero, pero

               ella  considera  humillante  el  encontrarse
               debajo de él; además, también Lilith desea disfrutar del placer sexual. Adán argumenta

               que esa era la posición correcta, pero Lilith se indigna más, no quiere ceder ante Adán,
               de modo que la primera mujer por poco se convierte también en la primera víctima de

               violación, pues su compañero intenta forzarla. Justo entonces Lilith se atreve a pronunciar
               el  divino  nombre  de  Dios  y  escapa.  Lejos  de  Adán.  Así,  Lilith  se  vuelve  amante  de

               diversos  demonios,  con  quienes  puede  tener  relaciones  sexuales  mucho  más

               satisfactorias, variando las posiciones, lejos de las coerciones ideológicas y la monotonía
               sexual de su esposo.

               Al parecer Lilith era feliz entre los demonios, pero Adán —no se especifica si por celos

               legítimos o por su orgullo de macho herido— se queja con Dios —aquí podríamos decir
               que procedió como la primera demanda por abandono de hogar—. Dios, nótese es la

               divinidad hebrea de claros atributos masculinos, mandó a dos ángeles —y aquí no sé si
               resucitar la discusión sobre el género masculino o femenino de los seres angélicos—, en

               fin,  digo  que  Dios  envió  a  dos  ángeles  en  busca  de  la  primera  transgresora  del
               patriarcado.  Encuentran  a  Lilith  y  le  hacen  saber  el  mensaje  divino:  Dios  y  Adán  la

               perdonarán si vuelve a su hogar, de lo contrario matarán cada día a cien de sus hijos —

               ¿los primeros rehenes?—. Pero Lilith no titubea en su respuesta: decide quedarse entre
               los demonios, todavía más dolida e indignada que antes.

               El enojo de Dios ante tal decisión fue tan grande que condenó a Lilith a convertirse en un
               ser demoníaco, enemiga de los niños por el asesinato de los suyos, de los varones recién

               nacidos  hasta  los  veinte  días  —coincidiendo  con  las  posibles  consecuencias  de  la
               circuncisión— y de las niñas hasta los veinte años —en similar circunstancia ante ciertos





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