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Los sistemas de género, sin importar su período histórico, son sistemas binarios
que oponen al hombre a la mujer, lo masculino a lo femenino, y esto por lo general,
no en un plan de igualdad, sino en un orden jerárquico (Lamas; 1996; 32)
Por ejemplo, las pautas de conducta que desde niñas se inculcan y establecen lo que
corresponde al género femenino, como: jugar con muñecas, utilizar el color rosa,
obedecer a los hermanos, etc. Lamentablemente, esas pautas de conducta injustas son
replicadas, aprendidas y enseñadas por las propias mujeres. Pensemos lo que ocurre
cuando algunas madres reproducen los esquemas de conducta que ellas mismas
recibieron desde su infancia, los interiorizan como válidos para ellas mismas y para sus
hijos. Por ejemplo, las mujeres deben ser serviciales, atentas, sensibles, reservadas,
entre otras cosas, mientras que los hombres exigen cuidado y atenciones de las mujeres,
sean éstas sus hermanas, tías, amigas o novias.
¿Cómo pueden las mujeres superar esta confusión de pensamiento? A partir de tomar
conciencia de que la diferencia no significa
inferioridad. De hecho, la diversidad significa
enriquecimiento de perspectivas, ideas, sentimientos;
es decir, crecimiento intelectual y emocional para
cualquier ser humano. Asimismo, para reivindicar el
pensamiento que promueva la igualdad de
oportunidades en el ser humano, es importante acceder a una educación que favorezca
la visión igualitaria que permita hacer consideraciones personales validas más allá de los
papeles biológicos tradicionales.
Por su parte, Graciela Hierro propone pensar en una “ética de la liberación femenina” que
consista en la elección y la utilización de todos los medios que conduzcan a la superación
de las cosas injustas, para lograr el desarrollo integral tanto para los hombres como para
las mujeres. Y para que eso sea posible, es menester cumplir con los siguientes aspectos:
1.- La universalización de los valores femeninos positivos: suavidad, delicadeza, ternura,
sensibilidad, paciencia, receptividad y sentido comunitario.
a) La devaluación de los pseudovalores femeninos: pasividad, docilidad, sumisión,
dependencia, ineficiencia.
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