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racionaliza los conceptos de normal y bueno, desde un punto de vista ético. Esto fue

               denominado por George E. Moore como “Falacia naturalista”.
               La “falacia naturalista” es un argumento que aparenta ser verdadero pero que en realidad

               no  lo  es  y  se  comete  cuando  se  pretende fundamentar el  concepto  “bueno” con  una
               propiedad natural; es decir, lo bueno es lo normal y natural y lo malo es aquello anormal

               que va en contra de la naturaleza (Cfr, Moore, 1903;125).
               La falacia naturalista consiste en pensar que lo “natural” surgido de la esencia humana

               es lo verdadero y corresponde a su actuación humana y social. Esto ha generado que se

                                               piense que las formas de conducta de las mujeres y los
                                               hombres se deben a sus diferencias biológicas, (que una

                                               persona nace siendo mujer u hombre), cuando en realidad
                                               las diferencias de género, y por lo tanto de conducta, son

                                               creadas,  impulsadas  y  sostenidas  por  la  cultura  que  ha
                                               creado la conceptualización de género.

               Los conceptos de bueno, normal o anormal, son conceptos que surgen a partir de una

               interpretación de la naturaleza humana, pero en nuestra propia naturaleza no hay algo
               como “normal” o “bueno”, simplemente nuestra naturaleza es lo que es.  Los calificativos

               de bueno y normal son agregados.

               Es evidente que existen diferencias biológicas entre hombres y mujeres, sin embargo, no
               debemos aceptar la idea de que la predisposición biológica provoque en las personas un

               comportamiento especifico. No hay comportamientos o características de personalidad
               exclusivas de un género. Ambos comparten rasgos y conductas humanas (Lamas, 1996;

               107). Pues antes de ser mujeres o varones, somos seres humanos.
               Ahora bien, estudios sociales y antropológicos señalan

               que  las  fronteras  del género,  al  igual  que  las  de  las

               clases sociales, se trazan para servir una gran variedad
               de  funciones  políticas,  económicas  y  sociales.  Sin

               embargo,  estas  fronteras  a  menudo  son  móviles  y
               negociables. Las fronteras de género marcan distinciones que conllevan, la mayoría de

               las veces, a una situación de injusticia y sometimiento de una parte respecto de la otra.







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