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La importancia de la diferencia radica en que genera movimiento y deseo. Si uno siente

               que  lo  tiene  todo  ¿Para  qué  moverse?  La  misma  distinción  en  el  cuerpo  produce
               atracción, no importa si es en un cuerpo similar como en la homosexualidad, al final todos

               los  cuerpos  son  diversos.  El  peligro  de  pensar  que  hombres  y  mujeres  deberían  ser
               iguales, radica en el hecho de que cualquier dato u opinión que se exponga acerca de la

               diferencia entre ellos, corre el peligro de no ser tomado en cuenta o que genere culpa
               hacia quien lo exprese. La desigualdad biológica nos hace aprender uno del otro, permite

               empatizar y construir canales de comunicación efectivos y saludables.

               El debate de la perspectiva de género no debería forzar a enfocarse en este aspecto ni
               hacer caso omiso ante tales diferencias; sino aceptarlas y a partir de ahí entender que

               las diferencias biológicas, conductuales y actitudinales no tienen una razón válida para la
               discriminación ni en crear oportunidades diferentes para hombres y mujeres. Así mismo,

               la lucha por la igualdad social y cultural no tiene por qué forzar a una igualdad biológica.
               En muchas ocasiones el debate sobre la perspectiva de género se desvía y malinterpreta

               hacia este sentido. En diferentes espacios se cuestiona y hasta se sataniza un comentario

               acerca de alguna diferencia actitudinal y conductual entre hombres y mujeres. Parece
               que lo que hace falta es aceptar esas diferencias y comprender, de igual forma, que éstas

               no son tan determinantes como para reducir espacios a uno u otro sexo a la hora de

               participar en la vida pública. Si es que hay carencias en el cerebro femenino o masculino,
               el ambiente puede crear posibilidades de aprendizaje para reducirlas.

               Es  sumamente  benéfico  que  se  esté  luchando  por  una  igualdad  social  y  cultural  de
               género, es decir, que tanto hombres como mujeres tengan las mismas oportunidades de

               manifestar  sus  conductas  y  deseos.  Por  ejemplo,  que  la  mujer  tenga  las  mismas
               oportunidades que el hombre en adentrarse al mundo político, laboral, deportivo, etc; y

               que el hombre tenga las mismas oportunidades de pelear por la patria protestad de su

               hija o hijo ante una separación conyugal. Son aspectos que, innegablemente aportarían
               beneficios equitativos a ambos géneros y ayudarían a cimentar una convivencia más

               armónica. De igual forma, aceptar que biológicamente la mujer y el hombre son distintos,
               y  que estas diferencias pueden manifestarse en conductas y habilidades específicas,

               también lograría un entorno sano de convivencia. Reducir todo a una igualdad general,
               sería estancarse e irse a un extremo peligroso, donde no se permita la diferencia con el





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