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Aquella anécdota me hizo reflexionar sobre el esfuerzo que en ocasiones se hace ahora

               en tratar de igualar lo masculino y lo femenino en todos los aspectos, tergiversando el
               debate sobre la perspectiva de género. ¿Qué hay de malo en la diferencia?

               Un texto polémico en el ámbito psicoanalítico escrito por Freud titulado: “consecuencias
               psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos” (Freud, 1925); en el cual el autor

               describe la forma en que el trazado estructural del cuerpo de un hombre o de una mujer,
               sobre todo en su aparato reproductor, entraña diferencias en las emociones, actitudes,

               conductas y deseos. Freud proponía una actitud activa general del hombre y una actitud

               pasiva de  la mujer,  relacionándolo,  reitero, a  los órganos  sexuales,  donde  el  hombre
               requería de un esfuerzo mayor que la mujer para ejercer su sexualidad, arguyendo que

               la anatomía sexual femenina la hacía tener una pasividad, en el sentido de recibir el
               órgano sexual del hombre. Aunado a que la mujer le confería una importancia singular a

               lo masculino; es decir, que las diferencias entre hombres y mujeres, donde se resaltaba
               el valor de los primeros, comúnmente provenía de otra mujer: la madre. Para ésta, según

               Freud,  el  hombre  debía  tener  más  privilegios.  Más  adelante  describe  actitudes

               masculinas  activas  como  la  caballerosidad,  el  trabajo,  la  producción  económica  y
               actitudes femeninas pasivas como el recibimiento de aquellas producciones masculinas.

               Sólo  habría  que  acotar que  este  autor menciona al cuerpo  como  punto de partida  al

               generar  diferencias conductuales y actitudinales entre los sexos. Éste no tendría que
               llevar  a  diferencias  sociales  y  culturales,  no  obstante,  tampoco  habría  que  negar

               diferencias biológicas y estructurales.
               Las diferencias estructurales y funcionales  entre hombres y mujeres, más que generar

               una  inequidad  y  desigualdad  social,  deberían  generar  una  fortaleza  humanitaria.
               Pensemos en la estructura de una familia tradicional; el padre y la madre aportarán ideas

               diferentes para que una hija o hijo construya una vida saludable. Eso no quiere decir que

               la madre sólo aporte ideas dentro del hogar y el padre sólo aporte bienes materiales y
               económicos o que la mujer contribuya al entorno emocional del bebé y el hombre a lo

               académico. Socialmente y culturalmente, ambos pueden aportar elementos valiosos en
               todos los ámbitos; cada uno con sus diferencias biológicas estructurales y funcionales.

               Aún una madre, un padre soltero o una familia homoparental, cada uno en su diversidad
               interna, aportaría aspectos diferentes de gran valor.





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