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La pobreza y la violencia intrafamiliar
Otra de las piezas clave del rompecabezas sobre el problema de la ESC lo
compone la pobreza, la marginación y la falta de oportunidades para lograr una
prosperidad económica existente en diferentes regiones de Centroamérica y en
algunos estados de la República Mexicana. “Las víctimas suelen ser mujeres
jóvenes y niñas provenientes de los estados del sur como Oaxaca y Chiapas o de
otras comunidades indígenas y rurales que se ven involucradas en la prostitución
forzada… (Castro, p. 114)”. Un porcentaje importante de estas personas son
migrantes que, en busca de fuentes de empleo tienen que pasar por México para
llegar a los Estados Unidos.
De acuerdo con las oficinas de las Naciones Unidas contra la Droga
y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés), las cifras indican que
del total de las personas identificadas como víctimas de la trata en
México, casi una cuarta parte son extranjeras, de ellas, la mayoría
procede de Centroamérica (sobre todo de El Salvador, Guatemala y
Honduras) (Vargas, 2016).
En la medida en que la pobreza ha avanzado en Latinoamérica, con la
creciente problemática social acarreada por la mala distribución de la riqueza y
las políticas neoliberales, muchas personas han tenido la necesidad de
desplazarse lejos de sus lugares de origen, siendo expuestas a un tránsito
peligroso, en el que las mujeres jóvenes, las niñas y los niños corren los mayores
riesgos, sobre todo cuando viajan solos.
Junto a la miseria económica, debemos considerar que muchas de las
personas que terminan atrapadas en las redes de la trata de personas y la ESC,
provienen de familias en las que corrientemente se practica la violencia de
distintas maneras. En primer lugar, en las familias desintegradas y con
dificultades económicas hay mayores probabilidades de victimización sexual de
las mujeres, porque al querer aspirar a una mejor condición socioeconómica y a