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cuestión  de  la  libertad  y  la  igualdad  como  valores  y  derechos  fundamentales  de  la

               ciudadanía occidental habían sido la impronta que orientó el curso de la política y la teoría
               democrática en los últimos siglos. No obstante, como mencionamos, el feminismo de los

               años setenta y ochentas en países como Estados Unidos y Francia ponían en tela de
               juicio  los  órdenes  democráticos  y  exponían  los  elementos  patriarcales  y  de  opresión

               femenina con los cuales se había construido el imaginario político moderno.
               Sabemos que en sus inicios la ciudadanía y los derechos políticos y civiles sólo eran

               garantías para los hombres, mientras que las mujeres estaban relegadas al ámbito de lo

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               privado  y  doméstico .  En  México  fue  hasta  1953
               cuando se reconoció el derecho al sufragio femenino y

               en la actualidad aún quedan retos y necesidades por
               cumplir  en  materia  de  igualdad,  representación  y

               justicia desde la perspectiva de género. No podemos
               hablar  de  democracia  sin  ciudadanía,  por  ello  toda

               democracia requiere de ciudadanos libres y iguales, pero no sólo en un sentido formal,

               pues no basta con tener derechos y libertades sino que necesitamos que estos derechos
               sean efectivos y sustantivos transformar nuestras relaciones sociales y culturales.

               La democracia ha sido la apuesta política después de los regímenes fascista y totalitarios

               del siglo XX, no obstante aún seguimos aprendiendo a vivir en y para la democracia. De
               ahí que sea necesario no conformarnos con derechos, sino más importante aún tenemos

               que ampliar nuestra comprensión de la idea de ciudadanía hacia una noción más activa
               y  participativa  de  los  asuntos  públicos,  sobre  todo  si  queremos  transformar  nuestros

               imaginarios sociales sobre lo sexual y genérico. Por ello, tenemos que repensar, y sobre
               todo, re-hacer, re-practicar, la democracia desde la perspectiva de género, pues como

               señala Phillips (1996) “todo el debate sobre la democracia ha procedido durante siglos

               como si las mujeres no estuvieran ahí” (p. 14). Esta tarea nos compete a todos, hombres
               y mujeres por igual, pero ellas, las mujeres son quienes encabezan la lucha por poner en

               la  agenda  pública  las  demandas  que  como  sujetos  históricos  y  sociales  perfilan  un





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                 Para una exposición más a fondo sobre la dicotomía público/privado desde el feminismo ver “Espacios públicos,
               vidas privadas” en Phillips, A. (1996). Género y teoría democrática. México:UNAM.


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