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personas, tenemos dos géneros que corresponden a los machos y a las hembras de la
especie humana: el masculino y el femenino.
Ahora bien, podemos preguntarnos ¿Qué hace femenina a una hembra o masculino a un
macho? ¿su anatomía, su sexo, sus ideas? ¿es una contradicción la existencia de
hembras masculinas o machos femeninos? Hoy en día existen personas que han
entremezclado las clasificaciones de género, dando lugar a nuevas conceptualizaciones
genéricas. Existen, por ejemplo, mujeres con características consideradas masculinas, y
hombres con características consideradas femeninas, por lo tanto, es evidente que la
biología por sí misma no garantiza las características de género. En este sentido, si en
diferentes culturas cambia lo que se considera femenino o masculino, entonces dicha
asignación debe ser una construcción social, es decir, una interpretación social de lo
biológico.
Graciela Hierro, filósofa mexicana feminista, retomando el
pensamiento de Simone de Beauvoir, sostiene que no nacemos
mujeres y hombres, sino que la sociedad nos otorga forma y
establece identidades de acuerdo con lo que cada cultura espera
para los hombres y las mujeres en cada nivel socioeconómico, edad
y etnia. Y tales identidades son las que conforman el ejercicio de
nuestra sexualidad (Cfr. Hierro, 2001;63).
Diversos psicólogos y antropólogos han determinado que lo que
hace que adquiramos una identidad de género es el hecho de haber vivido desde el
nacimiento las experiencias, ritos y costumbres atribuidos a un cierto género, es decir,
que copiamos e interiorizamos los hábitos que se nos inculcaron desde pequeños,
haciendo que nuestra mentalidad considere lo que es correcto activar de determinada
forma para pertenecer a una clasificación genética valiosa. Entonces:
El rol de género se forma con el conjunto de normas y prescripciones que dictan
la sociedad y la cultura sobre el comportamiento femenino y masculino (Lamas,
1996; 114).
Así, pues, lo que da fuerza y coherencia a la identidad de género es la existencia de
distinciones socialmente aceptadas entre hombres y mujeres. No obstante, dichas
distinciones conceptuales han surgido en parte, por la forma en cómo la sociedad
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