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que no le impedirá, sin embargo, poseer una fuerte sexualidad, en muchas
ocasiones lujuriosa y felina, es decir, animal. (Bornay, 1990).
En cuanto al concepto de secularización que manejaremos es el de Rafael
Gutiérrez Girardot expuesto en su libro Modernismo:
La secularización del siglo XIX (la del XX lleva a otros extremos) fue no sólo
una "mundanización" de la vida, una "desmiracularización" del mundo sino
a la vez una "sacralización" del mundo. Y nada muestra tan patentemente
esta sacralización del mundo como los "principios de fe" que rigieron estas
dos tendencias y las metas que se propusieron: la fe en la ciencia y en el
progreso, la perfección moral del hombre, el servicio a la Nación.
(Gutiérrez, 1983).
Es decir, el ser humano al verse sin una fe religiosa busca asirse de diversos
sustitutos de esta, incluso otros principios de fe contrarios a la perfección moral
del hombre y al servicio de la nación, desde el punto de vista predominante en
la sociedad de la época que nos ocupa. Así, en el ámbito literario encontramos
a personajes que representan una alabanza a la decadencia y a otros que aun
siendo igual de decadentes representan un medio empleado por el autor para
descalificar la "sacralización" de los comportamientos contrarios a la moral
social aceptada. Tal es el caso de los personajes principales de las novelas que
nos ocupan: Santa y Naná, pues en ambas se desaprueba un comportamiento
determinado: el de la mujer fatal.
Para entrar en materia definiremos el término de
mujer fatal, entendiéndolo como lo define el
Diccionario de la Real Academia Española: "mujer
seductora que ejerce sobre los hombres una atracción
irresistible y peligrosa" (RAE, 2019). Efectivamente, el
conjunto de rasgos más o menos recurrentes que constituyen el tipo literario de
la mujer fatal la califican básicamente como una mujer cuyo influjo es mortal y
pernicioso para los hombres, ante todo por su poder sexual, merced al cual los
domina; por su gran ambición de poseer dinero y lujosos bienes materiales.