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presagia su futura esterilidad, su sufrimiento, el carácter ígneo y duro de la
cortesana semejante a la lava endurecida sobre la cual comenzó su vida de
transgresión a las normas establecidas desde épocas bíblicas, parafraseando a
Marcela Lagarde (1997).
En cambio, sobre dónde, cómo, cuándo y con quién tuvo Naná su primera
relación sexual no se especifica en absoluto. Lo único que queda claro es que
después de dejar su casa, por no soportar las borracheras y malos tratos de su
padre —demasiado presente en su vida—, Naná se inicia en la prostitución
callejera, asiste con asiduidad a los bailes populares, donde en un principio la
buscan sus padres; estos, al poco tiempo se habitúan a buscarla, y después a
dejar que la muchacha llegue por su propio pie, cuando se encuentra en
demasiados aprietos económicos o físicos como para seguir en la calle. Es decir,
para Gervaise y Coupeau no representa un asunto de honor el que Naná se
dedique abiertamente a la prostitución; en todo caso ello constituye sólo una
molestia, no la condenan ni la echan del hogar, como sucede con Santa, al
contrario, la reciben una y otra vez hasta que es ella misma quien decide no
volver.
Valentín, el primer pretendiente de Santa, un hombre honrado, quien
seguramente le habría ofrecido matrimonio, era amigo de Fabián y Esteban,
también obrero en la fábrica de Contreras, fue rechazado por ella como pudo
hacerlo cualquier otra muchacha honrada o no. Pese a ello, nada más en el
nacimiento infancia y adolescencia de Santa indican que sea una niña viciosa o
que posea una curiosidad sensual desde sus primeros años, como Naná, al
contrario la sensualidad parece despertar en Santa sólo después de sus amores
y primeros encuentros sexuales con Marcelino. Será sólo hasta la época del
triunfo de Santa en su profesión de hetaira, cuando el narrador comente que
pudo ser la sangre viciada de algún tatarabuelo la que renació en ella, situación