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el ámbito urbano que la degradó desde un principio a ella y a su familia. De tal
modo, Ana Coupeau —Naná es el diminutivo de Ana— desde pequeña ya era
una femme fatal en potencia, una niña viciosa —como la califica Zolá— que a
los seis años ya controlaba y manoseaba a sus compañeros de juego como una
persona mayor envilecida, era una niña sumamente precoz, con una "curiosidad
sensual" (Zolá, 1992) —según se lee en La taberna, novela anterior a Naná—;
Naná fue testigo de la infidelidad de su madre con su antiguo amante, Auguste
Lantier, padre de los dos hermanos mayores de la niña, amante que según los
postulados naturalistas seguidos pos Zolá transmitió sus vicios, sobre todo el de
la promiscuidad sexual, a la hija de Gervaise y Coupeau. Este legado se relaciona
con el erotismo tomado como tara hereditaria, el legado de la sangre que
predetermina el comportamiento y la vida en general de las personas y de los
personajes literarios, según el Naturalismo y el Positivismo.
El origen de Santa se relaciona, a su vez, con la clase obrera, pues sus
hermanos mayores trabajan en una fábrica, si bien su niñez y adolescencia
transcurrieron más dentro del ámbito de Chimalistac el pueblo natal del
personaje, en contacto con el campo y la naturaleza, con todos los elementos
que el ámbito campestre puede representar como: el sentido de lo sin fronteras,
la pureza del aire, la del agua unida a la abundancia de la misma, la belleza de
las flores, plantas y frutos sin fin; todo relacionado en comunión con la misma
belleza, sencillez, inocencia, pureza y felicidad de Santa, con su prometedora
juventud, en el sentido de lo que se esperaba de ella en esa etapa de su vida: el
que se convirtiera en una esposa y madre honesta y responsable, fértil, sana
como recompensa a su aceptable vivir, dado que el origen de las enfermedades
aún entonces era considerado como el premio o el castigo al buen o mal
comportamiento de los individuos.