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La obra de Arredondo es, según el crítico Evodio Escalante, “ la presencia de
un terror reprimido, un terror originario y congelado, puesto a distancia por la
gracia de la forma”, y por Esther Seligson los personajes son “una pasión por
el no-ser, por el vacío, por la nada” pues, se “dejan llevar por la no menos
voluptuosidad de la desesperanza, de la angustia”. (Citados en G. Beltrán Félix,
2017, p. 104)
Un cuento, por ejemplo, “Estío” nos narra la historia de un incesto, también
en “Apunte gótico” y en igual forma en “La sunamita”. Las fantasías eróticas
alucinantes surgen en historias como “Sombra entre sombras” o “Las
mariposas nocturnas”, donde la disolución sexual se mira abierta y utópica,
bajo las circunstancias creadas por figuras violentas del patriarcado (Don
Apolonio, don Ermilo, y don Hernán, amos y dueños de todas y de todos por
su riqueza y poder). En estos cuentos, los complejos de Edipo y de Yocasta
aparecen manejados con sutileza en un contexto moderno, más terribles,
rebeldes y subversivos, pasando por una “pureza degradada”. En “El
membrillo” y “Mariana” las protagonistas enfrentan situaciones y retos en las
que pueden llegar a la destrucción y a la muerte misma. Irían desde una
revelación de la sexualidad, oculta por los prejuicios sociales, hasta los excesos
de la autodestrucción. En sus tramas, hay desgarramiento, exotismo, excesos
en los que la realidad se mira rebasada y cuestionada por la sensualidad y la
pasión misma. Hay críticos que la relacionan con Virginia Woolf y Katherine
Mansfield, autoras inglesas. La diferencia o el límite estarían en que Inés
Arredondo escenifica y dramatiza un paraíso terrenal donde la caída de Eva es
no sólo la pérdida del mismo paraíso sino la caída del ángel preferido.