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Para entrar en materia, cabe explicar el concepto de “Mujer finisecular”,

                  bajo el cual se engloba a las féminas en general, en el contexto del siglo XIX. A


                  partir de esta idea son divididas en dos grupos o arquetipos contradictorios

                  entre sí, a saber: el “Ángel del hogar” y la “Mujer fatal”. Ambas concepciones

                  tienen origen en la perspectiva masculina, así como en los patrones culturales

                  patriarcales, como subraya Camacho Delgado:

                        La  centuria  es  pródiga  en códigos  civiles,  tratados  filosóficos,  ensayos


                        científicos  y  sociológicos,  que  tratan  de  explicar  y  justificar  la  nueva

                        imagen de la mujer. Lo sorprendente es que esa imagen tiene un origen

                        masculino y serán los patrones culturales patriarcales los que determinen

                        los derroteros, los éxitos y fracasos de la mujer finisecular. (2006, 28).

                        En  otras  palabras,  la  doble  imagen  de  la  fémina  del  siglo  XIX  es  una


                  concepción masculina, básicamente, incluso reafirmada por ellas mismas en la

                  vida cotidiana, en diversos ámbitos: tanto en lo privado como en lo público,

                  incluso en el mundo editorial y literario.

                        De manera que, en términos generales, al carecer de identidad como

                  ciudadana y, por lo tanto, al ser invalidada para la actuación pública, la fémina


                  identificada  como  “Ángel  del  hogar”  se  caracteriza  por  quedar  relegada  al

                  espacio doméstico/privado; por su sumisión y obediencia al marido, como una

                  forma de preservar la institución burguesa más preciada: la familia, a través

                  del matrimonio y la maternidad. De esta forma, el “Ángel del hogar” se dedica

                  por completo a ese ámbito, formado por su casa, sus hijos y su marido, de


                  quien se supone que es un complemento. En este sentido es agradable a la

                  vista, pero prácticamente asexual, como no sea sólo para la reproducción.

                  (Basado en Cantero Rosales, 2007, 28).
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