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Arredondo pertenece a la generación de medio siglo, cuando la literatura
mexicana llegó a niveles existenciales y estéticos muy serios y profundos, y no
se diga, innovadores en la narrativa. Nombres: Juan García Ponce, Sergio
Galindo, Sergio Fernández, Carlos Fuentes, Sergio Pitol, Juan Vicente Melo,
Jorge Ibargüengoitia, éstos por el lado masculino. Por el femenino: Elena
Garro, Rosario Castellanos, Luisa Josefina Hernández, Josefina Vicens,
Guadalupe Dueñas, Amparo Dávila. Esta
constelación de escritores y escritoras,
impactante en los años sesenta y setenta, marcó
un nuevo reto intelectual y creativo, tan
homogéneo y diverso al mismo tiempo, difícil de
imitar, pero muy influyente y decisivo para las
posteriores generaciones.
En el caso de la literatura escrita por mujeres, la perspectiva de género,
incluida una nueva sensibilidad que se rebeló frente a una cultura masculina
que venía desde el siglo XIX y pasando por la narrativa de la revolución (a
excepción de la autora Nellie Campobello), en la cultura tradicional y
conservadora mexicana, se abrió una ruta, una percepción espontánea y
necesaria. La poesía, la narrativa, el teatro y el ensayo se renovaron en una
expresión que ya estaba desgastada y estigmatizada por un lugar común
ejercido por la escritura realizada por la parte masculina. La lucha épica, la
violencia cruda, la protesta social, eran temas que necesitaban renovarse o
morir en un nuevo contexto, aparentemente moderno. Y en este ámbito,
surgen entonces, nuevas voces narrativas y poéticas, femeninas, vigorosas, por
supuesto.
