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quiero en las gradas de tu lecho
                                   doblar temblando la rodilla

                                   y hacer el ara de tu pecho
                                   y de tu alcoba la capilla...
                                   Y celebrar, ferviente y mudo,
                                   sobre tu cuerpo seductor,
                                   lleno de esencias y desnudo,
                                   ¡la Misa Negra de mi amor! (Tablada, 1993, 22-23).

                  Observemos  cómo  Tablada  va  más  allá  de  la  metáfora  planteada  por


                                                           Rebolledo,  pues  la  ceremonia  que  se

                                                           compara con la misa de la Iglesia Católica

                                                           es  su  contraparte,  la  misa  negra  del

                                                           Sabbat. Además, se dice que la ceremonia

                                                           es  realizada  no  sólo  encima  del  lecho


                  como altar, sino sobre el cuerpo de la mujer con la misma función, pero —y

                  esto es muy importante— se trata de “¡la Misa Negra de mi amor!”, el amor

                  de la voz poética, entre signos de admiración que destacan la frase, por lo cual

                  se sobreentiende la vehemencia de la misma voz, aunado al probable carácter

                  afectivo que implica la palabra “amor”. Por otro lado, no hay indicios de que


                  la mujer exprese una actitud personal en este caso, es más un objeto que un

                  sujeto poético. La mujer del poema, pese a su desnudez, tampoco es calificada

                  directamente como prostituta, aunque de nuevo se podría sobrentender que

                  lo es, o no. Ambas interpretaciones pueden ser válidas.


                      Por otro lado, una alusión clara y explicita a las sexo servidoras de la época


                  la encontramos en el poema “Quinta avenida”, también de Tablada:
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