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Queda claro que aparte de ser objetos del “comercio carnal” del s. XIX en
la Ciudad de México —además de en las diferentes ciudades y épocas— las
mujeres consideradas como pecadoras, las prostitutas, también sirven de
inspiración a los poetas. Es decir, son objetos poéticos. En conclusión, hemos
apreciado cómo el punto de vista masculino influye en la creación poética, de
modo que las miradas y los sentires de los poetas se enfocan sobre el cuerpo
de la mujer; cómo su atención se centra en las partes “deshonestas”, cuando
se trata tanto de las mujeres honestas como de las “pecadoras”. De manera
que el cuerpo de ambas provoca una serie de reacciones y sentimientos
contradictorios: deliciosos en muchas ocasiones, siempre fatales para el
hombre al final. Pero invariablemente placenteros para nosotros como
lectores de este tipo de poesía decimonónica.
