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¡Mujeres que pasáis por la Quinta Avenida
tan cerca de mis ojos, tan lejos de mi vida!...
¿Soñáis desnudas que en el baño os cae
áureo Jove pluvial, como a Danae,
o por ser impregnadas de un tesoro,
al asalto de un toro de oro
tendéis las ancas como Pasifae?
¿Sobáis con perversiones de cornac
de broncíneo elefante la trompa metálica
o trasmutáis, urentes, de Karnak
la sala hipóstila, en fálica?
¡Mujeres fire-proof a la pasión inertes,
hijas de la mecánica Venus made in America;
de vuestra fortaleza, la de las cajas fuertes,
en el secreto… idéntica combinación numérica! (Tablada, 1993, 38).
La profesión de las mujeres de la Quinta Avenida es evidente, como lo es
su lejanía respecto a la vida de la voz poética. Aquí
no son Venus mexicanas sino “made in America”,
con sus ciertas peculiaridades, como la de tener
sueños eróticos —sueños con una curiosa influencia
mitológica, propia del Modernismo, por cierto—;
sueños pese a los cuales no descuidan su profesión,
ya que son “fire-proof”. Es decir, tales féminas son a
prueba de incendios, se muestran inertes a la
pasión; tienen la fortaleza de los bienes que atesoran en las cajas fuertes, con
el secreto de su combinación numérica idéntica entre ellas, quienes son a la
vez idénticas entre sí.