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trabajo  que  permite  no  sólo  su  control  como  reproductora  sino  también  su


               explotación como productora”.

                       Es  por ello, que los hombres mesoamericanos por más de 4000 años,

               trataron de controlar las actividades más importantes: el gobierno, la guerra, la

               caza, el sacerdocio y el comercio. Esto implicó la marginación de las mujeres en

               el reparto de trabajos y puestos de autoridad con prestigio y poder. El control


               del género masculino se sustentó por una ideología patriarcal que descalificaba

               al género femenino.

                       A  partir  de  la  justificación  masculina,  se  jerarquizo  la  sociedad

               mesoamericana, a través de una estructura clasista y sexista, en la cual la mujer

               debía cumplir con ciertas funciones, dependiendo de su clase social. De acuerdo,


               con los mexicas había dos rubros  sociales: la mujer perteneciente al pueblo

               (macehualtin) y la mujer ligada a la nobleza (pipiltin).

                                               El  primer  grupo,  la  mujer  de  pueblo,  estaba

                                        destinada  a  desempeñar  actividades  domésticas,

                                        tributarias, aunque no se le excluía del ejército y de los


                                        oficios  menores.  Los  trabajos  que  llego  a  desempeñar

                                        fueron:  “Guisandera,  verdulera,  tamalera,  tortillera,

               curandera,  casamentera,  partera,  sopladora,  chamana,  tejedora,  hiladera,

               costurera, vendedora y prostituta” (Blanco, 1977, p.19). Todas esas actividades


               estaban lejos del acceso al poder político o de actividades con prestigio.
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